El vino del Viejo Fogón

Por Matías Antolín

El vino del Viejo Fogón por Matías Antolín
Artículo del periodista Matías Antolín hablando de la carta de vinos de El Viejo Fogón.

Sé que el vino, desde que le pisaron, por huir de los pies, se sube a la cabeza. Tengo barra libre en este rincón de la carta, pero no he empinado el codo. Es un mal trago no saber de qué escribir sin un vaso de sangre de vid al lado, aunque conozco a un abstemio que es escritor con solera. Según una leyenda, Noé, harto de agua, en cuanto acabó el diluvio, plantó una viña. Dicen que bañarse en vino favorece la circulación de la sangre y tonifica los músculos, así como que los efectos del Dios Baco reducen las arrugas. Creo que convertir el agua en vino es fraude más que milagro. Este texto que me ha pedido Miguel se bebe de un sorbo, aunque no he escrito bajo el influjo del vino sino en el corazón de la simpatía por «El Viejo Fogón», cuya Carta de Vinos es un lujo para el paladar más exigente.

Ya lo dijo el poeta: «Al viento las penas/ las copas alzad/ que todo lo endulzan/ vino y amistad». Alrededor del vino se entablan las mejores conversaciones para celebrar alegrías o para mitigar tristezas. El vino es un producto envasado que viene sin instrucciones de uso ni fecha de caducidad, sin embargo cambia de sabor en función del momento y el entorno. No soy dado a exaltaciones dionisiarias, pero sé distinguir la cepa de la uva. Como dice mi amigo Joaquín Sabina, si la mar fuera vino, el mundo sería marino.

Tras el pisado y prensado de mis adjetivos en el lagar de este artículo, he agarrado una melopea. Ebrio de sentimientos, escribo con vino tinta y mi folio tiene sabor a poesía líquida, que eso es el buen vino, de cuya cogorza no queda resaca. Brindo por el buen yantar y los exquisitos vinos de «El Viejo Fogón».